5 - EL EFECTO ISAÍAS
El
misterio de la montaña
En
los textos bíblicos modernos, las primeras visiones sobre el futuro son las
descritas por el profeta Isaías en el Antiguo Testamento. En los manuscritos
del mar Muerto, el buen estado del gran Rollo de Isaías nos permite ver
la obra de Isaías como un patrón para comprender las profecías apocalípticas de
otras tradiciones, así como vislumbrar nuestro futuro a través de los profetas
bíblicos. Con ello, eliminamos la tediosa tarea de examinar a fondo cada uno de
los cuatro libros mayores y los doce menores de las profecías bíblicas.
Este
enfoque generalizado hace posible contemplar estas antiguas tradiciones desde
un plano más elevado y buscar patrones de ideas, en lugar de enfocarse en los
detalles de cada una de las visiones y en compararlas entre ellas. Cuando
hacemos esto, aparece una posibilidad interesante y quizás inesperada.
En
los capítulos anteriores insinuamos que en las profecías de Isaías había un
patrón de una época de destrucción, de cambios catastróficos y una casi
incomprensible pérdida humana, seguida de un tiempo de paz y sanación. Los
elementos de tal predicción están claramente presentes. Una parte específica de
sus profecías, denominada el Apocalipsis de Isaías, revela todavía con
mayor amplitud la naturaleza dual de las visiones del profeta. Describe un
tiempo en su futuro en que,
«la
Tierra está contaminada debido a sus habitantes, pues han quebrantado las
leyes, violado el derecho, roto la antigua alianza... Por eso, los que moran
sobre ella se consumen y pocos sobreviven»
(Isaías
24, 5-6).
Isaías
sigue describiendo un violento movimiento de la Tierra, así como una conducta
inusual de la Luna y el Sol:
«Los
cimientos de la Tierra temblarán. La Tierra será quebrantada del todo, enteramente
desmenuzada, la Tierra será conmovida... La Luna se ruborizará y el Sol se
avergonzará...»
(ib.,
v 23).
Tras
los momentos más oscuros de su visión sobre el futuro de la Tierra, el
Apocalipsis de Isaías hace un inesperado e interesante giro. Isaías, de pronto,
sin apenas dar indicios del cambio que se va a producir, empieza a describir un
tiempo muy diferente en su visión del futuro, una época de felicidad, de paz,
de vida. En la siguiente parte de su revelación, todavía considerada de
naturaleza apocalíptica por los eruditos, describe un tiempo en que, son creados,
una «nueva tierra» y un «nuevo cielo». Durante este tiempo,
«De
las cosas pasadas ya no se hará más memoria, ni recuerdo alguna Sino que habrá
alegría y regocijo eterno... Nunca jamás se oirás voces de llanto ni de
lamentos»
(ib.,
65, 17-19).
Y
esta secuencia de acontecimientos nos hace creer que acontecimientos felices
seguirán a los trágicos, que uno ha de preceder a la otra en el orden sugerido
por el texto. ¿Por qué las profecías de Edgar Cayce, de Nostradamus, de los
ancianos amerindios y otras parecen tan contradictorias a veces, ofreciéndonos
un mensaje con una mezcla de esperanza y posibilidad junto con aterradoras
visiones de muerte, desintegración y destrucción catastrófica para el mismo
período de tiempo? ¿Cabe la posibilidad de que estas antiguas visiones sobre
nuestro futuro ofrezcan una alternativa que confiera tanto poder y sea tan
extraordinaria que ni siquiera los profetas pudieran darse cuenta de las
implicaciones de sus propias visiones?
Esta
es precisamente la impresión que nos transmite la profecía de Daniel en
uno de los últimos capítulos del Antiguo Testamento. Tras habérsele ofrecido
una rara visión de un futuro lejano, parece como si Daniel no comprendiera
plenamente lo que le habían mostrado. Sin un marco de referencia para las cosas
que él había presenciado en su futuro, ¿cómo podía entenderlo? Cuando ya estaba
llegando al final de su excursión por el tiempo, el guía que le ha conducido
por el futuro sencillamente le sugiere:
«Pero
tú anda hasta el final. Reposarás, y al final de los días te levantarás para
gozar de tu herencia»
(Daniel
12,13).
Cuando
Isaías compartía sus visiones, ¿estaba prediciendo acontecimientos reales que
iban a ocurrir con toda seguridad, o más bien describía revelaciones de una
posibilidad cuántica con un significado tan inesperado que ha sido un misterio
hasta el siglo XX? Cuando contemplamos la descripción de Isaías de la vasta
cantidad de diferentes futuros para el mismo momento en el tiempo con los ojos
de nuestra nueva física, nos damos cuenta de que existe una sorprendente
correlación con las descripciones modernas de los resultados cuánticos. En
tales discusiones, los futuros visionados por Isaías se convierten en ondas de
posibilidades en lugar de resultados fácticos. Además, la ciencia cuántica
permite que las personas que estamos viviendo actualmente cambiemos los
resultados catastróficos del futuro. La clave es comprender cuándo y cómo se
presentan las oportunidades para el cambio.
El
ejemplo del capítulo 1 de la oración masiva por la paz en la víspera de una
campaña militar aérea contra Irak supone un maravilloso ejemplo de lo que son
tales opciones. Para algunos observadores, la orden de iniciar el ataque,
seguida al cabo de unos minutos por la contraorden de abortar la misión, tenía
poco sentido, pero desde la perspectiva del fino velo entre las posibilidades
cuánticas, los acontecimientos de ese día eran perfectamente coherentes.
Esa
tarde miles de personas, en al menos 35 países de los seis continentes, habían
acordado unirse en una vigilia masiva por la Paz que hizo eco en todo el mundo.
Coordinada a través de Internet y de la World Wide Web,' la oración fue seguida
por familias, organizaciones y comunidades como una voz de paz que trascendió
las fronteras políticas de los Gobiernos y de las naciones. La vigilia no fue
una protesta en contra del bombardeo a Iraq o de alguna política, gobierno o
situación de alguna parte del mundo. Fue una llamada de miles de corazones y
mentes a respetar lo sagrado de la vida, que se convirtió en una opción única y
unificas da para hacer eco de un sencillo mensaje: paz en todos los mundos y
naciones para toda vida.
En
cuestión de horas, el curso de los acontecimientos en Ira había cambiado. Ese
día, ante los ojos del mundo, fuimos testigos del poder de la conciencia humana
mientras esta reorganizaba las piezas de los eventos que ya se habían puesto en
movimiento. En lugar de súplicas dispersas de personas que pedían la
intervención divina en una situación que parecía inevitable, la opción
sincronizada de muchas personas, coordinada a través del milagro de Internet,
se coló entre los velos de las posibilidades cuánticas para producir un fruto
que afirmara la vida mediante la paz.
En
nuestra calidad de ser únicos como naciones, familias e individuos, el viernes
13 de noviembre de 1998 compartimos una experiencia común. Oculto en los
recónditos parajes de nuestra memoria colectiva, como si fuera un secreto de
familia, considera, do tabú durante tanto tiempo que los detalles se hubieran
perdida; nuestra oración por la paz abrió la puerta a inmensas oportunidades de
sanación y de cooperación internacional, y a mayores expresiones de amor para
nuestros seres queridos. Esa tarde de noviembre dimos un suspiro colectivo de
alivio, a la vez que rescribíamos una consecuencia que parecía inevitable. Con
ello, presenciamos nuestro poder para terminar con el sufrimiento en el mundo.
¿Cómo
podemos probar científicamente que durante la oración de miles de personas, una
nueva posibilidad substituyó a la guerra que ya estaba en curso? Al mismo
tiempo, ¿qué otro poder que no sea la paz podría haber actuado ante semejante
oración? Teniendo en cuenta esto, ¿cuáles son las implicaciones de opciones
similares para el futuro de nuestro mundo?
Durante
casi tres milenios, los eruditos han examinado las claves que nos dejó Isaías
para averiguar lo que podemos esperar para el futuro. Puesto que las culturas
han cambiado, nuestra interpretación de su profecía también lo ha hecho. Las
traducciones que `se hicieron durante los tiempos de la Inquisición española,
por ejemplo, reflejan los rigurosos límites impuestos por la Iglesia para la
interpretación mística. Hoy en día el lenguaje de la ciencia cuántica ofrece
una nueva y ampliada visión de las predicciones de Isaías sobre el futuro.
Quizás
el misterio de las profecías de Isaías fuera revelado en el momento en que se
escribieron. Como si invitara a las gentes de un tiempo futuro a ver más allá
de lo que parece obvio, escribe:
«Para
vosotros todas estas revelaciones son como las palabras de un manuscrito
sellado, que cuando se lo dan a alguien que sabe leer y le dicen,
"léelo", éste respondería: "No puedo, está sellado"»
(Isaías
29,11).
En
este curioso pasaje, uno de los pocos de esa índole, Isaías hace una sutil
observación sobre la actitud de las generaciones venideras en cuanto a su
visión del tiempo. Sabe que las gentes del futuro que «puedan leer» su
profecía, podrán comprender este mensaje. Sin embargo, ellos no lo reconocen
porque nunca se les ha revelado el contexto.
¿Podría
suponer el «sello» de Isaías el descubrimiento de las leyes fundamentales de la
creación, de la naturaleza del tiempo? Si en realidad estaba ofreciendo estas
revelaciones a una generación de su lejano futuro, ¿cómo podía ser entendida la
visión de Isaías sin los elementos de la física del siglo XX? Al mismo tiempo,
¿qué palabras se podían haber utilizado en sus días para transmitir tan
poderoso y abstracto mensaje para las generaciones futuras? El profeta nos
ofrece una clave para descifrar su aparente misterio cuando describe cómo los
habitantes del lejano futuro de la Tierra puede que elijan cuál de sus visiones
quieren experimentar.
Con
ello, Isaías nos abre la puerta a una senda que puede cambiar para siempre las
actitudes de la humanidad, y a su vez, conseguir nada más y nada menos que
cambiar el curso de su historia.
Isaías
perfila una forma de conducta que nos permite escapar de la oscuridad que ha
presenciado. Empieza a referirse a una clave mística a través de la cual las
personas de cualquier generación podrán cambiar los acontecimientos que se
encuentran en su probable futuro. Esta clave se identifica en su visión con un
«monte» (ib., 25,6-7). Dentro de ese monte Isaías describe un «refugio para los
pobres, para los necesitados afligidos; cobijo para la lluvia sombra para el
calor» (ib., 25,4).
En
un pasaje especialmente interesante, el profeta habla de un tiempo que en la
presencia de la montaña, «el velo que ciega a los pueblos, la malla que
envuelve a todas las naciones», serán destruidos. Aquí encontramos una de las
primeras pistas para esta profecía en particular. Es evidente que se está
refiriendo al monte como la clave del refugio y del poder. Justamente, ¿qué es el
monte de la profecía de Isaías?
Algunos
investigadores creen que se refiere a un lugar físico, a un centro de poder y
santuario para los afortunados que lo descubran. Otros sugieren que el monte de
Isaías era algún tipo de código, un cerrojo del tiempo para asegurar que su mensaje
sólo sería revelado cuando se comprendieran los principios para emplear esta
sabiduría. Aunque ambas teorías pueden ser factibles, quizás el misterio de la
profecía pueda ser explicado de un modo más sencillo. La identificación del
monte de Isaías podría ser un maravilloso ejemplo de cómo el paso del tiempo y
la evolución de las culturas ha distorsionado el contexto original hasta tal
punto que el mensaje original se ha perdido, o al menos ha quedado oculto, en
el proceso.
Con
frecuencia, en las referencias modernas a los antiguos textos bíblicos hallamos
palabras específicas marcadas con una nota a pie de página que indica que puede
que existan usos, interpretaciones o significados diferentes para las mismas.
Este es el caso del monte de Isaías. Además de la posibilidad de que tanto los
traductores como el lenguaje indujeran a error, en este punto todavía hay otro
factor que disfraza -el significado original: el uso de las metáforas y los
símbolos. Los eruditos dicen que durante el tiempo en que se escribió la
Biblia, la palabra monte era generalmente simbólica y se usaba para representar
la «Jerusalén celestial» (ib., 25,6).
Más
que un lugar físico -en este caso la ciudad de Jerusalén-, 10 notas
a pie de página indican claramente que dicha palabra se usa en sentido
metafórico. No obstante, el sentido de una «ciudad celestial» sigue siendo un
tanto confuso, hasta que las investigaciones revelen alguna pista adicional.
Nuestra Biblia actual es el producto de anteriores traducciones del hebreo. Si
nos remitimos a esta frase con las palabras precisas en su idioma original,
descubrimos un significado inesperado, aunque no sorprendente.
En
hebreo, la palabra para Jerusalén es Yerushalayim. Aquí la
definición se vuelve muy clara: significa «la visión de la paz». Por fin se
desvela el misterioso significado del mensaje de Isaías. ¡El monte de Isaías no
es un lugar físico sino una referencia al poder de la paz! Con esta
aclaración, podemos leer su profecía como:
«La
visión de la paz proporciona refugio a los pobres, a los necesitados afligidos;
cobijo para la lluvia, sombra para el calor. Ante la presencia de la visión de
la paz, el velo que ciega a los pueblos, la malla que envuelve a todas las
naciones, serán destruidos».
Esta
nueva comprensión de la profecía de Isaías ofrece una visión renovada del poder
que encierra este antiguo mensaje. Cuando vio Isaías algunos momentos clave de
nuestro futuro, fue testigo de dos posibilidades muy distintas: la de una época
de sanación y la de un tiempo de destrucción. Al igual que haríamos hoy en día,
el gran profeta describió su visión con las únicas palabras que conocía, y nos
alertó de una posibilidad en nuestro futuro basada en cierto curso de
acontecimientos. Al mismo tiempo, advirtió a quienes leyeran sus profecías que
reconsideraran las decisiones que tomaran en sus vidas y, al hacerlo, evitarían
el sufrimiento que él había presenciado como posible futuro.
EL
EFECTO ISAÍAS
Está
claro que entramos en una nueva era de entendimiento de las ciencias interiores
de la oración, de la profecía, y de los agentes de cambio que Isaías y otros
reconocían en sus escritos. Engañosamente simples, las profecías de Isaías nos
recuerdan dos cosas.
·
Primero, a través de la ciencia de la profecía
podemos vislumbrar las futuras consecuencias de lo que hacemos en el presente.
·
Segundo, representamos el poder colectivo para
elegir qué futuro queremos experimentar.
Mediante
el respeto hacia los demás en nuestra vida cotidiana, podremos encajar las
experiencias que traerán el futuro que deseamos. Este es el efecto Isaías, la
expresión de una antigua ciencia que afirma que podemos cambiar el resultado de
nuestro futuro a través de las decisiones que tomamos en el presente.
Ahora,
la física cuántica nos brinda el lenguaje que da sentido a esta
sofisticada tecnología en nuestras vidas. Con ello, conferimos poder a nuestras
familias, comunidades y seres queridos con el sencillo y eficaz mensaje de
respetar la vida en nuestro mundo. Si elegimos la paz en nuestra vida,
aseguramos la supervivencia de nuestra especie y el futuro del único hogar que
conocemos. Ya hemos sido testigos del poder del efecto Isaías. Sabemos
que funciona. Ahora, la pregunta es: ¿cómo ponemos en práctica este principio
cuántico de la elección en nuestra vida cotidiana como una familia
global?
Cuando
se utiliza la oración y la meditación en lugar de confiar en
nuevas invenciones que crean más desequilibrio, entonces también ellos [la humanidad]
hallarán el verdadero camino.
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