martes, 10 de abril de 2012

5. El efecto Isaías


5 - EL EFECTO ISAÍAS

El misterio de la montaña

En los textos bíblicos modernos, las primeras visiones sobre el futuro son las descritas por el profeta Isaías en el Antiguo Testamento. En los manuscritos del mar Muerto, el buen estado del gran Rollo de Isaías nos permite ver la obra de Isaías como un patrón para comprender las profecías apocalípticas de otras tradiciones, así como vislumbrar nuestro futuro a través de los profetas bíblicos. Con ello, eliminamos la tediosa tarea de examinar a fondo cada uno de los cuatro libros mayores y los doce menores de las profecías bíblicas.

Este enfoque generalizado hace posible contemplar estas antiguas tradiciones desde un plano más elevado y buscar patrones de ideas, en lugar de enfocarse en los detalles de cada una de las visiones y en compararlas entre ellas. Cuando hacemos esto, aparece una posibilidad interesante y quizás inesperada.

En los capítulos anteriores insinuamos que en las profecías de Isaías había un patrón de una época de destrucción, de cambios catastróficos y una casi incomprensible pérdida humana, seguida de un tiempo de paz y sanación. Los elementos de tal predicción están claramente presentes. Una parte específica de sus profecías, denominada el Apocalipsis de Isaías, revela todavía con mayor amplitud la naturaleza dual de las visiones del profeta. Describe un tiempo en su futuro en que,

«la Tierra está contaminada debido a sus habitantes, pues han quebrantado las leyes, violado el derecho, roto la antigua alianza... Por eso, los que moran sobre ella se consumen y pocos sobreviven»

(Isaías 24, 5-6).

Isaías sigue describiendo un violento movimiento de la Tierra, así como una conducta inusual de la Luna y el Sol:

«Los cimientos de la Tierra temblarán. La Tierra será quebrantada del todo, enteramente desmenuzada, la Tierra será conmovida... La Luna se ruborizará y el Sol se avergonzará...»

(ib., v 23).

Tras los momentos más oscuros de su visión sobre el futuro de la Tierra, el Apocalipsis de Isaías hace un inesperado e interesante giro. Isaías, de pronto, sin apenas dar indicios del cambio que se va a producir, empieza a describir un tiempo muy diferente en su visión del futuro, una época de felicidad, de paz, de vida. En la siguiente parte de su revelación, todavía considerada de naturaleza apocalíptica por los eruditos, describe un tiempo en que, son creados, una «nueva tierra» y un «nuevo cielo». Durante este tiempo,

«De las cosas pasadas ya no se hará más memoria, ni recuerdo alguna Sino que habrá alegría y regocijo eterno... Nunca jamás se oirás voces de llanto ni de lamentos»

(ib., 65, 17-19).

Y esta secuencia de acontecimientos nos hace creer que acontecimientos felices seguirán a los trágicos, que uno ha de preceder a la otra en el orden sugerido por el texto. ¿Por qué las profecías de Edgar Cayce, de Nostradamus, de los ancianos amerindios y otras parecen tan contradictorias a veces, ofreciéndonos un mensaje con una mezcla de esperanza y posibilidad junto con aterradoras visiones de muerte, desintegración y destrucción catastrófica para el mismo período de tiempo? ¿Cabe la posibilidad de que estas antiguas visiones sobre nuestro futuro ofrezcan una alternativa que confiera tanto poder y sea tan extraordinaria que ni siquiera los profetas pudieran darse cuenta de las implicaciones de sus propias visiones?

Esta es precisamente la impresión que nos transmite la profecía de Daniel en uno de los últimos capítulos del Antiguo Testamento. Tras habérsele ofrecido una rara visión de un futuro lejano, parece como si Daniel no comprendiera plenamente lo que le habían mostrado. Sin un marco de referencia para las cosas que él había presenciado en su futuro, ¿cómo podía entenderlo? Cuando ya estaba llegando al final de su excursión por el tiempo, el guía que le ha conducido por el futuro sencillamente le sugiere:

«Pero tú anda hasta el final. Reposarás, y al final de los días te levantarás para gozar de tu herencia»

(Daniel 12,13).

Cuando Isaías compartía sus visiones, ¿estaba prediciendo acontecimientos reales que iban a ocurrir con toda seguridad, o más bien describía revelaciones de una posibilidad cuántica con un significado tan inesperado que ha sido un misterio hasta el siglo XX? Cuando contemplamos la descripción de Isaías de la vasta cantidad de diferentes futuros para el mismo momento en el tiempo con los ojos de nuestra nueva física, nos damos cuenta de que existe una sorprendente correlación con las descripciones modernas de los resultados cuánticos. En tales discusiones, los futuros visionados por Isaías se convierten en ondas de posibilidades en lugar de resultados fácticos. Además, la ciencia cuántica permite que las personas que estamos viviendo actualmente cambiemos los resultados catastróficos del futuro. La clave es comprender cuándo y cómo se presentan las oportunidades para el cambio.

El ejemplo del capítulo 1 de la oración masiva por la paz en la víspera de una campaña militar aérea contra Irak supone un maravilloso ejemplo de lo que son tales opciones. Para algunos observadores, la orden de iniciar el ataque, seguida al cabo de unos minutos por la contraorden de abortar la misión, tenía poco sentido, pero desde la perspectiva del fino velo entre las posibilidades cuánticas, los acontecimientos de ese día eran perfectamente coherentes.

Esa tarde miles de personas, en al menos 35 países de los seis continentes, habían acordado unirse en una vigilia masiva por la Paz que hizo eco en todo el mundo. Coordinada a través de Internet y de la World Wide Web,' la oración fue seguida por familias, organizaciones y comunidades como una voz de paz que trascendió las fronteras políticas de los Gobiernos y de las naciones. La vigilia no fue una protesta en contra del bombardeo a Iraq o de alguna política, gobierno o situación de alguna parte del mundo. Fue una llamada de miles de corazones y mentes a respetar lo sagrado de la vida, que se convirtió en una opción única y unificas da para hacer eco de un sencillo mensaje: paz en todos los mundos y naciones para toda vida.

En cuestión de horas, el curso de los acontecimientos en Ira había cambiado. Ese día, ante los ojos del mundo, fuimos testigos del poder de la conciencia humana mientras esta reorganizaba las piezas de los eventos que ya se habían puesto en movimiento. En lugar de súplicas dispersas de personas que pedían la intervención divina en una situación que parecía inevitable, la opción sincronizada de muchas personas, coordinada a través del milagro de Internet, se coló entre los velos de las posibilidades cuánticas para producir un fruto que afirmara la vida mediante la paz.

En nuestra calidad de ser únicos como naciones, familias e individuos, el viernes 13 de noviembre de 1998 compartimos una experiencia común. Oculto en los recónditos parajes de nuestra memoria colectiva, como si fuera un secreto de familia, considera, do tabú durante tanto tiempo que los detalles se hubieran perdida; nuestra oración por la paz abrió la puerta a inmensas oportunidades de sanación y de cooperación internacional, y a mayores expresiones de amor para nuestros seres queridos. Esa tarde de noviembre dimos un suspiro colectivo de alivio, a la vez que rescribíamos una consecuencia que parecía inevitable. Con ello, presenciamos nuestro poder para terminar con el sufrimiento en el mundo.

¿Cómo podemos probar científicamente que durante la oración de miles de personas, una nueva posibilidad substituyó a la guerra que ya estaba en curso? Al mismo tiempo, ¿qué otro poder que no sea la paz podría haber actuado ante semejante oración? Teniendo en cuenta esto, ¿cuáles son las implicaciones de opciones similares para el futuro de nuestro mundo?

Durante casi tres milenios, los eruditos han examinado las claves que nos dejó Isaías para averiguar lo que podemos esperar para el futuro. Puesto que las culturas han cambiado, nuestra interpretación de su profecía también lo ha hecho. Las traducciones que `se hicieron durante los tiempos de la Inquisición española, por ejemplo, reflejan los rigurosos límites impuestos por la Iglesia para la interpretación mística. Hoy en día el lenguaje de la ciencia cuántica ofrece una nueva y ampliada visión de las predicciones de Isaías sobre el futuro.

Quizás el misterio de las profecías de Isaías fuera revelado en el momento en que se escribieron. Como si invitara a las gentes de un tiempo futuro a ver más allá de lo que parece obvio, escribe:

«Para vosotros todas estas revelaciones son como las palabras de un manuscrito sellado, que cuando se lo dan a alguien que sabe leer y le dicen, "léelo", éste respondería: "No puedo, está sellado"»

(Isaías 29,11).

En este curioso pasaje, uno de los pocos de esa índole, Isaías hace una sutil observación sobre la actitud de las generaciones venideras en cuanto a su visión del tiempo. Sabe que las gentes del futuro que «puedan leer» su profecía, podrán comprender este mensaje. Sin embargo, ellos no lo reconocen porque nunca se les ha revelado el contexto.

¿Podría suponer el «sello» de Isaías el descubrimiento de las leyes fundamentales de la creación, de la naturaleza del tiempo? Si en realidad estaba ofreciendo estas revelaciones a una generación de su lejano futuro, ¿cómo podía ser entendida la visión de Isaías sin los elementos de la física del siglo XX? Al mismo tiempo, ¿qué palabras se podían haber utilizado en sus días para transmitir tan poderoso y abstracto mensaje para las generaciones futuras? El profeta nos ofrece una clave para descifrar su aparente misterio cuando describe cómo los habitantes del lejano futuro de la Tierra puede que elijan cuál de sus visiones quieren experimentar.

Con ello, Isaías nos abre la puerta a una senda que puede cambiar para siempre las actitudes de la humanidad, y a su vez, conseguir nada más y nada menos que cambiar el curso de su historia.

Isaías perfila una forma de conducta que nos permite escapar de la oscuridad que ha presenciado. Empieza a referirse a una clave mística a través de la cual las personas de cualquier generación podrán cambiar los acontecimientos que se encuentran en su probable futuro. Esta clave se identifica en su visión con un «monte» (ib., 25,6-7). Dentro de ese monte Isaías describe un «refugio para los pobres, para los necesitados afligidos; cobijo para la lluvia sombra para el calor» (ib., 25,4).

En un pasaje especialmente interesante, el profeta habla de un tiempo que en la presencia de la montaña, «el velo que ciega a los pueblos, la malla que envuelve a todas las naciones», serán destruidos. Aquí encontramos una de las primeras pistas para esta profecía en particular. Es evidente que se está refiriendo al monte como la clave del refugio y del poder. Justamente, ¿qué es el monte de la profecía de Isaías?

Algunos investigadores creen que se refiere a un lugar físico, a un centro de poder y santuario para los afortunados que lo descubran. Otros sugieren que el monte de Isaías era algún tipo de código, un cerrojo del tiempo para asegurar que su mensaje sólo sería revelado cuando se comprendieran los principios para emplear esta sabiduría. Aunque ambas teorías pueden ser factibles, quizás el misterio de la profecía pueda ser explicado de un modo más sencillo. La identificación del monte de Isaías podría ser un maravilloso ejemplo de cómo el paso del tiempo y la evolución de las culturas ha distorsionado el contexto original hasta tal punto que el mensaje original se ha perdido, o al menos ha quedado oculto, en el proceso.

Con frecuencia, en las referencias modernas a los antiguos textos bíblicos hallamos palabras específicas marcadas con una nota a pie de página que indica que puede que existan usos, interpretaciones o significados diferentes para las mismas. Este es el caso del monte de Isaías. Además de la posibilidad de que tanto los traductores como el lenguaje indujeran a error, en este punto todavía hay otro factor que disfraza -el significado original: el uso de las metáforas y los símbolos. Los eruditos dicen que durante el tiempo en que se escribió la Biblia, la palabra monte era generalmente simbólica y se usaba para representar la «Jerusalén celestial» (ib., 25,6).

Más que un lugar físico -en este caso la ciudad de Jerusalén-, 10 notas a pie de página indican claramente que dicha palabra se usa en sentido metafórico. No obstante, el sentido de una «ciudad celestial» sigue siendo un tanto confuso, hasta que las investigaciones revelen alguna pista adicional. Nuestra Biblia actual es el producto de anteriores traducciones del hebreo. Si nos remitimos a esta frase con las palabras precisas en su idioma original, descubrimos un significado inesperado, aunque no sorprendente.

En hebreo, la palabra para Jerusalén es Yerushalayim. Aquí la definición se vuelve muy clara: significa «la visión de la paz». Por fin se desvela el misterioso significado del mensaje de Isaías. ¡El monte de Isaías no es un lugar físico sino una referencia al poder de la paz! Con esta aclaración, podemos leer su profecía como:

«La visión de la paz proporciona refugio a los pobres, a los necesitados afligidos; cobijo para la lluvia, sombra para el calor. Ante la presencia de la visión de la paz, el velo que ciega a los pueblos, la malla que envuelve a todas las naciones, serán destruidos».

Esta nueva comprensión de la profecía de Isaías ofrece una visión renovada del poder que encierra este antiguo mensaje. Cuando vio Isaías algunos momentos clave de nuestro futuro, fue testigo de dos posibilidades muy distintas: la de una época de sanación y la de un tiempo de destrucción. Al igual que haríamos hoy en día, el gran profeta describió su visión con las únicas palabras que conocía, y nos alertó de una posibilidad en nuestro futuro basada en cierto curso de acontecimientos. Al mismo tiempo, advirtió a quienes leyeran sus profecías que reconsideraran las decisiones que tomaran en sus vidas y, al hacerlo, evitarían el sufrimiento que él había presenciado como posible futuro.

EL EFECTO ISAÍAS

Está claro que entramos en una nueva era de entendimiento de las ciencias interiores de la oración, de la profecía, y de los agentes de cambio que Isaías y otros reconocían en sus escritos. Engañosamente simples, las profecías de Isaías nos recuerdan dos cosas.

·      Primero, a través de la ciencia de la profecía podemos vislumbrar las futuras consecuencias de lo que hacemos en el presente.

·      Segundo, representamos el poder colectivo para elegir qué futuro queremos experimentar.

Mediante el respeto hacia los demás en nuestra vida cotidiana, podremos encajar las experiencias que traerán el futuro que deseamos. Este es el efecto Isaías, la expresión de una antigua ciencia que afirma que podemos cambiar el resultado de nuestro futuro a través de las decisiones que tomamos en el presente.

Ahora, la física cuántica nos brinda el lenguaje que da sentido a esta sofisticada tecnología en nuestras vidas. Con ello, conferimos poder a nuestras familias, comunidades y seres queridos con el sencillo y eficaz mensaje de respetar la vida en nuestro mundo. Si elegimos la paz en nuestra vida, aseguramos la supervivencia de nuestra especie y el futuro del único hogar que conocemos. Ya hemos sido testigos del poder del efecto Isaías. Sabemos que funciona. Ahora, la pregunta es: ¿cómo ponemos en práctica este principio cuántico de la elección en nuestra vida cotidiana como una familia global?

Cuando se utiliza la oración y la meditación en lugar de confiar en nuevas invenciones que crean más desequilibrio, entonces también ellos [la humanidad] hallarán el verdadero camino.

ROBERT BOISSIERE MEDITATIONS WITH THE HOPI.

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